Conoce la apasionante historia del descubrimiento de la civilización minoica por Arthur Evans a principios del siglo XX.
El descubrimiento de la civilización minoica, como ha pasado en más de una ocasión, fue fruto de una mezcla de casualidad, fantasía y de la terquedad personal de uno de esos británicos enamorados del mundo antiguo que deseaban abandonar su tierra en busca de aventuras en el siglo XIX.
Arthur Evans, fue un aventurero arqueólogo que, hurgando entre las tiendas de antigüedades de Atenas, encontró unos antiguos amuletos provistos de unas extrañas inscripciones escritas en una lengua que nadie conocía ni era capaz de descifrar.
Basándose en lo que inicialmente fueron puras y absolutas conjeturas guiadas, sin embargo, por un excelente instinto Evans determinó que dichos amuletos debían provenir de la isla de Creta.
Sin pensárselo dos veces, sediento de fama y aventura, Evans decidió marchar a Creta, lugar en el que compró una gran parcela de tierra en la que pensaba que debía estar sepultada la mitológica ciudad de Cnossos.
No siempre, casi nunca, pero a veces…
... sólo en casos especiales la suerte favorece a los valientes y a los idealistas pues Evans -completamente motivado y convencido de su futuro éxito- contrató a una cuadrilla de excavadores, que después de sólo dos meses de labor topó con lo que parecían ser, nada más y nada menos, que los restos del gran laberinto y palacio del mitológico rey Minos.
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Desde su descubrimiento por parte de Evans, pasando por su arquitectura, palacios, frescos, cerámica, escultura... hasta su desaparición tras la catástrofe volcánica de Thera.
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Volviendo a Evans, es importante considerar que en la segunda mitad del siglo XIX la figura emergente dentro del mudo de la arqueología era el alemán Heinrich Schliemann, quien se había abierto camino entre la leyenda -con los relatos de Homero bajo el brazo- sacando de las entrañas de la tierra las legendarias ciudades de Troya, Micenas o Tirinto.
En una época en la que los descubrimientos arqueológicos eran seguidos con avidez por la élite social burguesa, la figura del arqueólogo alemán era muy conocida y su trayectoria era seguida por todos sus contemporáneos.
Era la era de los grandes arqueólogos, de los grandes aventureros.
Evans estaba completamente admirado por los logros de Schliemann y su mayor sueño era encontrar también alguno de los tesoros del pasado.
Tras entrevistarse en Grecia con la figura estrella de la arqueología de la época y compartir con él sus hallazgos de los pequeños amuletos, Arthur Evans se dispuso a buscar huellas de una civilización anterior a la micénica en la isla de Creta.
LA CAMPAÑA DE EXCAVACIONES
El comienzo de la primera campaña de excavaciones tuvo lugar en el 23 de marzo del año 1900 e inmediatamente se consiguieron descubrimientos sensacionales que llamaron la atención del mundo sobre una cultura milenaria que hasta aquel entonces era desconocida.
Durante los primeros años del siglo XX, Evans se dedicó a desenterrar poco a poco diversas estancias del palacio de Cnosos.
En apenas unos años, excavó una enorme extensión de terreno que le permitió sacar a la luz la sala del trono, el patio central o gran escalinata.
Evans comenzó las excavaciones con treinta obreros -aún hoy sorprende el ritmo de los trabajos- y terminó trabajando, al final de la tercera campaña, con casi 150 habiendo logrado sacar a la luz la mayor parte del complejo.
Una vez terminada completamente la excavación -que tuvo que ser interrumpida debido al estallido de la Primera Guerra Mundial- Evans inició la parte más discutida de su trabajo: la reconstrucción del palacio de Cnossos siguiendo su propia imaginación y usando materiales modernos como el hormigón armado.
Es por ello muy importante saber que lo que ahora vemos en pie es, sencillamente, la reconstrucción de Evans, muy discutida por los arqueólogos contemporáneos.
Las investigaciones de toda su vida -pues Evans dedicó más de 41 años al estudio de los minoicos- fueron recogidas en una gran obra titulada: El palacio del rey Minos, formada por cuatro volúmenes en los que se recogen minuciosamente todos y cada uno de sus descubrimientos.
El libro -todavía hoy estudiando por los arqueólogos- está profusamente documentado con numerosos planos dibujados por el propio Evans:
Gráficos en los que se intentan representar las proporciones de los espacios:
Y coloridas reconstrucciones en las que Evans pretendía devolver a la vida el día a día de los minoicos:
EL DESCIFRADO DE
LA LENGUA MINOICA
Una sola cosa llenó de tristeza el corazón de este afortunado arqueólogo.
Entre los restos del palacio de Cnossos, Evans encontró más de 1700 tablillas de arcilla repletas de inscripciones, además de sellos y cerámica, escritas en una extraña lengua que, a pesar de sus inmensos esfuerzos, jamás pudo descifrar.
Gran parte de su trabajo intelectual lo volcó en clasificar los símbolos de este lenguaje, publicando sus investigaciones en su obra Pictogramas cretenses y escritura pre-fenicia.
El mayor deseo de Evans había sido el de poder oír las voces de aquel pueblo que había desenterrado del olvido, conocer sus mitos, saber quiénes eran y cómo veían su mundo.
Este último secreto jamás le fue revelado pues tuvieron que pasar todavía largos años para que el misterio cretense se revelara.
Si quieres saber más acerca de las lenguas minoicas no te pierdas nuestro artículo sobre el Disco de Festo, el lineal A y el lineal B.
Dra. Ana Minecan
www.anaminecan.com
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