Estudio detallado de los ejemplos más paradigmáticos de la pintura y los frescos de la civilización cretense minoica
LOS PIGMENTOS DE LA
PINTURA MINOICA
Antes de comenzar a estudiar propiamente los frescos minoicos será muy conveniente hablar brevemente de las técnicas empleadas por los cretenses para embellecer sus palacios porque esto nos permitirá entender aún mejor el grado de refinamiento de su arte y el influjo del mismo sobre las civilizaciones posteriores.
Los frescos más antiguos conocidos en Europa, que ya presentan un suficiente nivel de sofisticación en su ejecución como para ser considerados tales, son precisamente los frescos minoicos.
En su ejecución fue empleada exactamente la misma técnica que posteriormente sería usada en Grecia, Roma, durante la Edad Media y en los fabulosos frescos del Renacimiento italiano.
A lo largo de la Edad del Bronce, periodo en el que se enmarca la civilización minoica, se emplearon entre las civilizaciones de la cuenca del Mediterráneo diversas técnicas para la pintura mural entre las que destacaron, principalmente, el fresco minoico y el temple egipcio.
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Egipto: la pintura al temple
La pintura al temple es la técnica pictórica más antigua conocida y fue profusamente empleada sobre todo en el antiguo Egipto para la decoración de muros y sarcófagos.
La forma más común de la pintura egipcia al temple es el temple de huevo, de cola o de grasa. Generalmente se empleaba la yema de huevo, mezclada con látex de retoño de higuera y agua. Esta mezcla daba lugar a un medio soluble en el que de podían mezclar diversos tipos de pigmentos secos.
El origen de los pigmentos
en el Mediterráneo
Los pigmentos usados para generar la paleta de colores usada en el Mediterráneo tenían diversas procedencias siendo fundamentalmente de origen mineral, vegetal y animal.
En las etapas más tempranas, como podemos encontrar en el arte paleolítico, era común el uso del carbón vegetaly los pigmentos basados en el hierro para conseguir el rojo y en el manganeso para obtener un negro intenso. Muchas veces, la intensidad de los tonos también se conseguía añadiendo la sangre de los animales sacrificados.
Estos dos colores básicos fueron asimilados por los pueblos del Mediterráneo que ampliaron la paleta extrayendo otros tonos como el blanco del la caliza y el yeso y el amarillo del ocre.
Los egipcios, creadores de un arte sublime conocido y admirado por todos los pueblos historia, ampliaron sensiblemente la paleta con nuevos y brillantes tonos como el famoso verde egipcio que llegaron a sintetizar artificialmente mediante diversas mezclas minerales.
El color verde, símbolo de la frescura, la vida, la tierra y la fertilidad se obtenía principalmente del de la malaquita que es un mineral de cobre, que tiene ese típico color verde, sobre todo al mezclarse con el estaño generando el bronce. El verde egipcio no sólo era usado para la decoración sino también como cosmético.
El color azul, por su parte, provenía de otro mineral precioso, la azurita que sin embargo era muy poco estable y al proceder también del bronce, tendía al verde.
Ello deslucía las obras de arte egipcias que, pasado un breve tiempo, veían alterados sus colores originales.
El problema fue resuelto con inteligencia y tecnología, mediante un proceso de síntesis por el cual se lograba obtener el llamado azul egipcio que fue, seguramente, el primer pigmento sintético de la historia.
Para fabricarlo los egipcios tenían que someter a una mezcla de varios minerales a una temperatura de más de 850 grados Celsius durante un tiempo que oscilaba entre las 24 y las 73 horas y así poder permitir el inicio de una reacción química capaz de fundir las rocas y hacerlas reaccionar entre sí.
Una segunda fuente de azul en el Mediterráneo fue el lapislázuli o azul ultramar, una piedra semipreciosa que sólo se podía encontrar en las minas afganas del valle del río Kokcha.
La exótica procedencia de esta piedra demuestra las extensísimas redes de comercio que se desplegaron por el mundo conocido en la Antigüedad.
A veces tenemos la falsa idea de que los pueblos antiguos estaban aislados y que los viajes eran algo raro y peligroso. No obstante, la actividad comercial y de intercambio era ininterrumpida con oriente y de allí llegaron a Europa no sólo piedras preciosas y pigmentos, sino también ideas, religiones y gustos artísticos.
El púrpura
El último célebre pigmento de la Antigüedad fue el púrpura, el más caro y preciado de todos, símbolo de la realeza y el poder, de ahí que fuera conocido como púrpura real o púrpura imperial.
Se trata de un pigmento cuyo color varía entre el rojo intenso y el morado, ya usado por los minoicos en Creta aproximadamente desde el 1700 a.C, y extraído de uno de los ricos frutos ofrecidos por Mediterráneo de Poseidón, que no sólo hacía emerger toros de sus aguas, sino también a los caracoles marinos Murex brandaris, que suelen excretar este color del mismo modo de los pulpos lanzan su tinta negra, cuando se sienten amenazados.
Junto al índigo de procedencia vegetal, llamado azul real, el púrpura fue uno de los productos estrella del comercio de los fenicios y, según cuentan las crónicas, era tan caro que valía su peso en plata. Para producir un solo gramo de pigmento se necesitaba machacar más de 9000 caracoles marinos.
Con estos maravillosos pigmentos, los egipcios, como señalábamos antes, usaron la técnica del temple que permitía trabajar sobre una superficie de cal o madera seca, de tal modo que el artista podía trabajar durante todo el tiempo que quisiera atendiendo a los más mínimos detalles.
Otra modalidad de pintura mural empleada en el Egeo fue la del fresco seco, donde los colores solubles de acuarela se mezclaban con sal y eran aplicados a la superficie de una pared seca, pero esta técnica fue menos común.
EL FRESCO MINOICO
Los minoicos, por su parte, protagonistas de esta parte del curso, emplearon en todos los casos descubiertos la técnica del fresco simple que es, sin embargo, una de las más complicadas que existen ya que su realización exige una gran pericia y una minuciosa preparación previa al no permitir ningún tipo de rectificación, ya que todo cambio se nota demasiado.
El trabajo del fresco emplea, para evitar errores, la sinopia, es decir, un dibujo preparatorio sobre el revoque que permite fijar los contornos y marcar las jornadas en las que se realizará la obra.
Para la creación de los frescos minoicos se aplicaban varias capas de estuco que eran pulidas después con cantos rodados. Y en la última capa se realizaba la pintura antes de que la cal se secase.
En las excavaciones del sitio minoico de Akrotiri –en la isla de Thera, actual Santorini- los arqueólogos han encontrado un recipiente que dentro tenía la mezcla empleada para la capa de enlucido de cal de las paredes, así como unos pequeños recipientes con diversos pigmentos. Los encontrados en Akrotiri eran de origen mineral y eran el blanco, amarillo y marrón obtenido de la tierra ocre, rojo de óxido de hierro, azul de malaquita y negro de carbón.
En cuanto a los instrumentos de pintura, no se ha conservado ninguno pero los expertos consideran necesario algún tipo de pinceles para poder aplicar la pintura con detalle.
Los colores habituales empleados en los frescos minoicos conservados son el rojo, el negro, blanco, amarillo, azul y verde, aunque la paleta de colores se fue enriqueciendo con el tiempo.
LOS RELIEVES
Es interesante destacar que los minoicos no sólo realizaron frescos planos sino que es muy frecuente encontrar relieves en los estucos. Es decir, las paredes se moldeaban previamente y después se pintaban al fresco para lograr mayor volumen y viveza, como es el caso del famoso toro de Cnossos o de estos bellísimos relieves florales encontrados en Akortiri.
En este segundo caso se puede ver perfectamente la calidad, delicadeza y suntuosidad del moldeado.
La fase más antigua de las pinturas murales minoicas consistía en la decoración de los edificios mediante el uso de pigmentos rojos o negros planos, como hemos visto en el caso de las columnas.
Con los primeros palacios, la técnica del fresco se perfeccionó sensiblemente y, debido a su contacto con Egipto, los minoicos empezaron a introducir pigmentos más variados con dibujos abstractos e imitación de piedra.
Las primeras evidencias de pintura propiamente figurativa las tenemos en Cnosos, en el segundo palacio que hemos estudiado en la sesión anterior y Akrotiri, e incluyen temas fundamentalmente centrados en la naturaleza, los animales y la geometría floral.
La vida, el movimiento, las flores, los animales, la primavera, los cánticos y los coros al aire libre. Todo lo que desprendiera energía y vitalidad era amado y preferido por los minoicos.
En su arte encontramos un culto a la belleza, una visión optimista y alegre del mundo que contrastará, como veremos, con el periodo geométrico griego en el que el único tema del arte será la muerte, la oscuridad y la pérdida.
Sin duda el arte es uno de los reflejos más claros y sintomáticos de la cosmovisión y el estado de una sociedad en un momento determinado. Pero si ello es así, el arte minoico desprende optimismo y un entusiasmo despreocupado por la vida terrenal que nos seduce y nos hace conectar profundamente con ellos.
ANIMALES Y PLANTAS
Es precisamente la naturaleza, uno de los motivos preferidos de los minoicos para la pintura de sus palacios.
Sorprende el estilo realista de sus representaciones, hechos que nos lleva a pensar que los minoicos eran buenos observadores de la naturaleza, de la fauna y flora local.
El amor por lo vivo unido a una curiosidad insaciable ya un deseo de conocer los mecanismos ocultos de la naturaleza fue precisamente lo que llevó a los filósofos y pensadores griegos a convertirse en los padres de la zoología como es el caso de Aristóteles, la botánica desarrollada por su discípulo Teofrasto y o la medicina, llevada a niveles antes desconocidos por Hipócrates.
La precisión en las observaciones se refleja en el hecho de que las figuras de los animales son muy detallistas y vivas.
Abundan, por ejemplo, las representaciones vegetales como es el famoso fresco de la primavera de Akrotiri en la que se muestra un vergel floreciente y lleno de vida.
Pero ¿por qué primavera? Los investigadores le han dado este nombre por las preciosas golondrinas que surcan el viento por encima de las flores. Y no hay, sin duda, animal más simbólico de la primavera. Pero como dijo Aristóteles "Porque una golondrina no hace verano, ni un solo día, y así tampoco hace venturoso y feliz un solo día o un poco tiempo", hay más de una representada con delicado realismo.
En la vegetación además de bellas flores encontramos también una especie que recuerda mucho al papiro egipcio.
Entre los juncos y el verde de las riberas se ocultan realistas perdices, pintadas con tal detalle que parecen casi a punto de echar a volar. En la hierba alta pastan nerviosas las gacelas, entre los árboles, cantan pájaros y, de rama en rama saltan exóticos monos azules, con cuerpos elásticos y variadas posturas.
El río parece el hogar de extrañas criaturas como grifos y panteras, la flora del Nilo es imitada comúnmente y en el mar, los delfines y peces de diversas especies llenan de vida el mundo natural minoico.
SEMEJANZAS CON EL ARTE EGIPCIO
¿Y los seres humanos? Tal como hemos visto a lo largo de las sesiones anteriores, el pueblo minoico fue una poderosa talasocracia, es decir, una sociedad comercial marítima en constante contacto con otras culturas.
La más poderosa del momento era, sin duda, Egipto y por ello la pintura mural minoica, en lo que hace a la representación de la figura humana, muestra numerosas semejanzas con la egipcia en las formas y en los usos del color.
En lo que hace al color podemos ver cómo los minoicos adoptaron las convenciones egipcias según las cuales se empleaba el rojo para la piel masculina y el blanco o el ocre claro para la piel de las mujeres.
Al igual que en el caso de la pintura egipcia, las figuras humanas minoicas se representan de perfil y con el ojo de frente, aunque sus composiciones son menos rígidas y muestran más movimiento y flexibilidad, además de una sutil sonrisa y un muy reconocible perfil griego que será el sello de distinción del arte griego clásico.
FIGURAS MASCULINAS
Las figuras masculinas minoicas suelen ser ágiles y atléticas, distinguiéndose por la llamada cintura de avispa que contrasta con el tamaño de los hombros. Esa triangularidad nos recuerda lejanamente algunas de las figurillas cicládicos que vimos en las primeras clases.
En contraste con el arte babilónico y siguiendo los cánones egipcios, los hombres se suelen representar sin barba y normalmente suelen mostrar un cuidadísimo peinado de rizos ensortijados y ondas en un pelo negro y muy largo, que normalmente los hombres llevan suelto.
Esta belleza reflejada en la juventud eterna y en la armonía física de la salud del cuerpo será asimilada completamente por los griegos.
Uno de los valores centrales de su pensamiento será precisamente la idea de que la buena vida está necesaria y directamente asociada a la salud física.
Cuando el cuerpo comenzaba a fallar los griegos consideraban que era hora de terminar con la vida. La vejez, aunque nos resulte sorprendente y muy ajeno a nuestra cultura, la vejez, la enfermedad y los dolores que la acompañan eran el principal motivo del suicidio ritual griego.
“El que mate al más próximo y del que se dice que es el más querido de todos, ¿qué pena debe sufrir? Me refiero al que se mate a sí mismo, impidiendo con violencia el cumplimiento de su destino, sin que se lo ordene judicialmente la ciudad, ni forzado por una mala suerte que lo hubiera tocado con un dolor excesivo e inevitable, ni porque lo aqueje una vergüenza que ponga a su vida en un callejón sin salida y la haga imposible de ser vivida, sino que se aplica eventualmente un castigo injusto a sí mismo por pereza y cobardía. A estos deben enterrarlos sin fama en los confines de los doce distritos en aquellos lugares que sean baldíos y sin nombre, sin señalar sus tumbas con estelas y nombres.” Platón, Leyes
FIGURAS MASCULINAS
Las figuras masculinas minoicas irradian todas estas ideas en sus cuerpos que aparecen o bien completamente desnudos como este bellísimo pescador o ataviados con una falda corta, de influencia egipcia.
Los cabellos negros, largos y rizados, cayendo sobre los hombros suelen corresponder a la clase alta. El príncipe de los lirios, con su piel oscura y su tocado de plumas lo demuestran. Otros hombres, quizá de clase inferior muestran cabezas rapadas con unos pocos mechones largos, como los niños boxeadores, o con el pelo completamente corto.
Las figuras masculinas suelen aparecer en los frescos minoicos portando copas en procesiones o individualmente pero nunca en ningún tipo de actitud que nos haga pensar que se trate de dioses.
Siempre son seres humanos en su cotidianeidad, en su belleza mortal y fugaz, la misma que la de los lirios que rodean al príncipe o rey sacerdote o la de las espirales que simbolizan las olas siempre cambiantes del mar.
FIGURAS FEMENINAS
Ellas suelen representarse ataviadas con largas faldas de varios colores y ceñidos corsés que dejan claramente los pechos al descubierto. Sus vestidos y sus peinados están ricamente decorados con tocados y joyas. Destacan sus cinturas estrechas y los volantes amarillos y azules que decoran las telas que las envuelven como el sublime ejemplo de las recolectoras de azafrán.
Todas ellas suelen presentar un cabello largo, negro y rizado adornado por múltiples cuentas de color claro. Quizá fuesen perlas o pequeñas conchas. En casi todos los frescos ellas parecen llevar la delantera y protagonizar los cultos. ¿Son sacerdotisas? ¿Era la minoica una sociedad matriarcal?
Quizá nunca lo sabremos y quedará siempre en el misterio el significado de la mirada profunda de esta dama ricamente maquillada que por su elegante estridencia, Arthur Evans llamó la parisiense.
-Destaca, sin duda, su gran ojo almendrado, los carnosos labios pintados en un color más oscuro y el nudo sagrado que lleva atado a la espalda, símbolo de la divinidad.
ESTRUCTURA DE LOS MUROS
Los muros en los cuales fueron aplicados los frescos solían dividirse en tres franjas horizontales ubicándose los temas figurativos en la zona central mientras que la inferior y la superior solían ser lisas o con sencillos motivos. En la franja inferior o zócalo podemos encontrar imitaciones de piedra o madera.
Las puertas y las ventanas solían enmarcarse con franjas de dibujos geométricos que adoptan la forma de bandas en las que se pintaban motivos vegetales o las tan ya repetidas espirales de las olas del mar.
En las representaciones destaca la gran variedad en cuanto a la escala que va desde las miniaturas hasta figuras humanas a escala real y el movimiento, que es una de las características más distintivas de los frescos minoicos que muestran siempre seres humanos o animales con posturas gráciles y fluidas.
Uno de los frescos más impresionantes se encuentra en el pasillo de entrada a Cnosos que estudiamos sobre el plano en la sesión anterior. Es el famoso fresco de las procesiones de más de 9 metros de largo en el que un grupo liderado por una mujer avanza, desde la izquierda tocando música con diversos instrumentos que ya conocemos como la flauta doble o aulós y la lira de Apolo.
Por delante de ellas y desde la izquierda, avanzan jóvenes de sexo masculino, con la piel roja y las faldas egipcias cortas, portando cerámica y copas. En el centro de la escena, una mujer, quizá una sacerdotisa, de piel blanca y con los pechos al aire, y los brazos en alto, recordándonos a las figurillas campaniformes de la sala de las dobles hachas parece mostrar una posición de rezo.
O quizá fuese su reina y todos la estuvieran adorando… ¿por qué no?
SALTOS Y CAPTURA DE TOROS
Los frescos de los saltos de toro representan a atletas que realizan acrobacias saltando de frente o de modo lateral, con figuras gráciles y flexibles, como el celebérrimo panel de saltos en relieve conservado en el museo Heraklion.
Otras escenas muestran capturas de toros y figuras de atletas en fresco o relieve pintado que nos revelan los vigorosos cuerpos de los minoicos, ataviados con faldellines cortos y su típico peinado de rizos largos y adornados con brazaletes.
¿Pero quiénes practicaban este peligrosísimo deporte?
Automáticamente pensamos que debían ser los hombres, los principios inconscientes de nuestra cultura nos lleva a ello, pero ya sabemos que mujeres y hombres se distinguían cromáticamente en el arte minoico. Así que si nos fijamos bien…
En el centro vemos a un hombre saltando, a la izquierda una mujer sujeta los cuernos del toro y a la derecha otra se está preparando para saltar.
No hay ningún aspecto de la vida de los minoicos, recogido en su pintura, que refleje algún tipo de segmentación o discriminación por sexo.
El animal tiene la espalda excesivamente arqueada y parece que corre en una actitud característica que ha sido denominada como “galope minoico”.
DAMAS DE AZUL
Otro ejemplo de figuras femeninas es el fresco de las bailarinas o de las damas de azul, que muestra tres mujeres típicamente cretenses y con todos los rasgos de la estética de la isla y que es, como sabéis, el símbolo de nuestro curso porque sin duda los minoicos fueron el comienzo de todo el arte griego. Todo empezó aquí.
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