Estudio de las magníficas obras de Policleto y Praxíteles, ejemplos excelsos del periodo clásico de la escultura griega
POLICLETO
El segundo gran escultor de la época clásica -después de Fidias- fue Policleto, un maestro digno de la altura de Fidias que se destacó ante todo por la grandeza de sus bronces hoy lamentablemente perdidos. Su atención giró constantemente en torno a los problemas de la representación escultórica del cuerpo humano desnudo.
En este sentido, es muy importante subrayar que Policleto no sólo fue un insigne escultor sino también un importante tratadista que escribió una obra de enorme repercusión en la historia del arte llamada Canon que podemos traducir como La norma.
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Desgraciadamente este texto no ha sobrevivido a los avatares del tiempo y no ha llegado hasta nosotros pero tenemos noticias de él gracias a un pasaje de la obra del médico Galeno en el que éste comenta la opinión del filósofo estoico Crisipo sobre el hecho de que la salud del cuerpo es el resultado de la proporción armónica de todos los elementos que lo constituyen, basándose para ello en la teoría de Policleto. Así, reza el fragmento conservado de Galeno:
“La belleza reside, no en la proporción de los elementos constituyentes sino en la proporcionalidad de las partes, como entre un dedo y otro dedo, y entre todos los dedos y el metacarpo, entre el carpo y el antebrazo y entre el antebrazo y el brazo. En realidad entre todas las partes entre si, como está escrito en el Canon de Policleto.”
Aparece aquí, como en la arquitectura ,la tendencia helena a instituir una regla y después buscar las perfectas proporciones dentro de esta regla, así como el concepto de que un todo perfecto es la suma perfecta de partes perfectas.
“Es necesario —afirma Policleto— que la cabeza sea la séptima parte de la altura total de la figura, el pie dos veces la longitud de la palma de la mano mientras la pierna, desde el pie a la rodilla, deberá medir seis palmos, y la misma medida habrá también entre la rodilla y el centro del abdomen.Para demostrar la exactitud de su canon, Policleto esculpió una estatua que nos ha llegado en numerosas copias romanas: el Doríforo —es decir, el portador de lanza—, un joven completamente desnudo, que lleva con desenvoltura una ligera lanza en la mano.”Galeno, De temperamentis
EL DORÍFORO
Tal como señala Galeno en el texto, Policleto, a modo de demostración de los principios expuestos en su tratado, labró la estatua del Doríforo, un joven lancero que seguramente representa a Aquiles y que instantáneamente se convirtió en el ideal del arte clásico.
En esta estatua -aquí tenemos una de las copias más antiguas que se conservan de ella y que procede de la ciudad romana de Pompeya- se fusionan todas las grandes aportaciones de Policleto a la historia de la escultura. Destaca, ante todo, la posición de las piernas, una de las cuales sostiene el cuerpo mientras que la otra descansa en el célebre contraposto, diferencia ya iniciada por los autores anteriores pero llevada a su perfección por Policleto. La pierna libre es llevada muy atrás y sólo toca el suelo con los dedos de los pies. Se trata de la postura profusamente empleada posteriormente, por ejemplo, para las estaturas romanas de Octavio Augusto.
Con la posición de las piernas, la figura gana profundidad en el espacio y da una impresión más viva de movimiento. El estudio anatómico es casi perfecto y todo el cuerpo de la estatua desprende vida, juventud, tensión y fuerza, al mismo tiempo que su rostro y la posición general transmiten la calma de un guerrero que no conoce el miedo.
Tal como puede verse en esta copia mejor conservada el brazo que lleva la lanza se dirige hacia adelante y penetra en una capa del espacio distinta de la que el cuerpo ocupa, quedando como enlace entre una y otra línea oblicua.
Con la obra de Policleto es posible observar que la escultura griega no era realista, sino idealista. No era la mera realidad, con sus fallos e imperfecciones lo que los griegos querían recerrear sino una perfección que sólo la mano del del ser humano podía crear. Lo hemos visto en las líenas del Partenón y lo vemos ahora en el cuerpo del doríforo. Los griegos no se rendirán a la barbarie de los gobiernos tiránicos, a la ignorancia y la miseria sino que buscaron en todas sus empresas ir más allá de lo dado, de lo que hay, para buscar lo deseado y traerlo a la realidad. Una visión inspiradora que huye de toda forma de conformismo y rendición. El arte escultórico griego de la época clásica no representa la realiad tal como es, sino tal como debe ser. ¿Y quién dice cómo debe ser el mundo para ser corecto, para ser perfecto? De nuevo las palabras del gran sofista Protágoras: el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son.
PRAXÍTELES
Con la obra de Praxíteles, la escultura griega comienza a dejar atrás el clasicismo para adentrarse, aunque todavía tímidamente en un manierismo sensual que anuncia los primeros compases del helenismo.
Las estatuas de Praxíteles se distinguen por dos rasgos capitales: la llamada gracia ática y la célebre curva praxitélica, consistente en un elegante y muy característico marcado contrapposto.
La obra maestra de Praxíteles y la estatua femenina que los antiguos consideraban como la más hermosa del mundo ha llegado, desafortunadamente a nosotros, sólo en copias pero esta vez de baja calidad. Se trata de la Afrodita consagrada en el templo de la isla de Cnido. Esta escultura representaba a Afrodita desnuda, a punto de tomar un baño, con la cabeza vuelta ligeramente hacia la izquierda y la mirada dirigida a lo lejos. La mayor parte del peso, como se puede ver en esta copia, descansaba sobre la pierna derecha. Con la mano izquierda sostenía unos paños con flecos que caen sobre una hidria o vasija de agua situada en el suelo.
Otra famosa obra de Praxíteles conservada esta vez en copias mucho mejor realizadas es el bellísimo Apolo sauróctonos, o asesino de saurios, conocidos también vulgarmente como lagartos. Se trata de un Apolo juvenil, en actitud relajada y divertida, que está a punto de golpear con la flecha que origialmente tenía mano a un pequeño lagarto que sube por el árbol.
La postura de Apolo conserva la característica curva praxitélica en la cadera, compensada con el apoyo del peso sobre una de sus piernas y sobre el propio árbol.
Como podemos observar en ambos ejemplos, Praxíteles marca curvas y contracurvas imprimiendo un muy marcado perfil de S a sus esculturas, que imitarían otros artistas posteriores, incluso en el Renacimiento.
Entre las copias de sus esculturas, sobresale también este hermoso sátiro en reposo que se recuesta con cierta indolencia en un tronco de árbol con las piernas separadas, de rostro pícaro, que se parece más a la serenidad de Apolo que a la naturaleza salvaje de y animal de los sátiros.
La obra más célebre y famosa de Paxíteles y el primer original de uno de los maestros del clasicismo que ha llegado hasta nuestros días es el Hermes Dionisófotos, hallado en 1887 en el templo de Hera de Olimpia.
Hermes lleva al dios Dionisos niño a que sea cuidado por las ninfas y hace un alto en el camino para darle un racimo de uvas y saciar su sed, momento que representa la escultura.
El dios mensajero se apoya en el tronco de un árbol y si en el brazo izquierdo lleva a Dionisos, en el derecho, perdido mostraría, en la mano el racimo que Dionisos se dispone a coger. La escultura necesita un punto de apoyo y este sirve como excusa para colocar unas telas y demostrar el buen manejo del tratamiento de los pliegues. La estatua es verdaderamente impresionante desde todos los ángulos y destaca una suave sonrisa de ternura por los gestos infantiles de Dionisos en el rostro e Hermes.
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