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¿Qué es una falacia?

Descubre las principales técnicas de manipulación y persuasión del lenguaje


La herramienta fundamental de la filosofía, su principal instrumento de investigación, es el lenguaje. Al igual que los laboratorios tienen sus rutinas, modelos y protocolos de ejecución que permiten emplear correctamente los delicados instrumentos a su disposición para la investigación, el principal instrumento del filósofo es el razonamiento, concretamente la argumentación.


 

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El lenguaje es así una herramienta tan portentosa como resbaladiza y esquiva, extremadamente flexible y creativa, que puede usarse de numerosas maneras para hacer cosas diferentes y con resultados muy distintos.

El lenguaje, como afirmaba el célebre filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein, nos atrapa estableciendo los límites de todos nuestros conocimientos y posibilidades, pero de una forma tan silenciosa que apenas se es consciente de sus efectos. Todos hablamos, los niños pequeños aprenden a hablar con enorme facilidad, por lo que, al ser el lenguaje algo tan aparentemente natural y primario, se tiende a pensar que todos hablan bien.


Sin embargo, el lenguaje es una herramienta que sirve para hacer un gran número de cosas muy diferentes y, si bien de forma natural todos somos capaces de comprender sin esfuerzo el tipo de lenguaje más eficiente y práctico para la vida diaria, otras formas de usar el lenguaje deben ser aprendidas.

Parece raro, pero al reflexionarlo un momento es evidente. Todos sabemos hablar y escribir, sí, pero no todos somos capaces de usar el lenguaje para redactar una gran novela. Sabemos usar el lenguaje para satisfacer nuestras necesidades ordinarias y cotidianas de comunicación, pero cuando pasamos a entornos especializados como el arte, la ciencia o la filosofía, de pronto nos encontramos con que no siempre sabemos hablar o escribir bien. El lenguaje muestra así sus enormes ramas y la vasta región de sus espacios desconocidos.

Entre los múltiples usos que el ser humano puede darle al lenguaje, hoy se hablará de un caso específico: la argumentación lógico-racional.


Aunque, en general, todos nos tengamos en alta estima y pensemos que somos muy capaces de explorar y exponer nuestras ideas de forma convincente y sólida, en realidad, argumentar bien es una habilidad que debe ser aprendida, practicada y trabajada duramente para alcanzar su dominio. La argumentación es uno de esos usos especiales en los que el lenguaje no se puede usar de cualquier manera para alcanzar un objetivo específico, sino siguiendo un conjunto de reglas muy específicas que han sido estudiadas y desarrolladas desde hace más de 2300 años por una de las ramas más importantes de la filosofía: la lógica.


Efectivamente, es la tan temida lógica y sus teóricos quienes se han centrado en el estudio de la corrección de los argumentos que pretenden exponer conocimientos, saberes que procuran expresar un aspecto verdadero de la realidad. Por tanto, la lógica es aquella disciplina que se aplica cuando el lenguaje pretende hablar con verdad de la realidad.


La lógica y su expresión en el discurso argumentativo correcto no opera, por tanto, solo en la filosofía, sino también en todas las ciencias: en las ciencias naturales, las ciencias formales -como la matemática-, las ciencias sociales, etc. Es decir, en toda actividad intelectual que pretende exponer verdades.

Ello no quiere decir que la lógica sea aplicable a todos los usos del lenguaje. Las expresiones artísticas y poéticas, por ejemplo, no tienen ni necesitan someterse a las reglas de la lógica, simplemente porque tienen un objetivo diferente.

Por tanto, la argumentación racional y la lógica operan solo allí donde se pretende verdad en las afirmaciones. Y con "verdad", en este caso, se refiere a su concepción clásica: una correspondencia perfecta entre lo afirmado por una teoría o un enunciado, y los hechos que de verdad se dan en la realidad. Así, será verdadera la afirmación que describe un hecho que ciertamente se da en la realidad, según unas condiciones determinadas.



NO ES LO MISMO EXPONER UNA IDEA

QUE ARGUMENTAR UNA IDEA


Es importante señalar que el lenguaje en el ámbito científico y filosófico puede usarse de dos formas distintas. La primera es su uso en una función informativa, es decir, en aquellos casos en los que se emplea el lenguaje para describir el mundo externo e interno y cuando se presenta una serie de pensamientos que constituyen un razonamiento sobre uno u otro mundo. Cuando la tarea es describir, se dice que el lenguaje se usa como discurso informativo propiamente dicho.


En cambio, cuando no solo se describe, sino que además se exponen razones a favor o en contra de algo, se habla de discurso argumentativo.

Es este último el que interesa especialmente, y por ello es necesario saber diferenciarlo del meramente informativo.

Repetir sencillamente información escuchada no significa argumentar. Que alguien afirme que la Tierra gira alrededor del sol no significa que, al mismo tiempo, sea capaz de argumentar la verdad de dicha afirmación.

Es decir, una cosa es memorizar datos y albergar información, y otra es tener un conocimiento profundo de esos datos. Aquí es donde se juega el verdadero saber en las ciencias y la filosofía. La diferencia entre quien sabe y quien simplemente repite está en, además de declarar afirmaciones, ser capaz de dar razones coherentes, ordenadas, pertinentes y correctas que expliquen, justifiquen y demuestren suficientemente tales afirmaciones.


¡Esto ya es una cosa muy diferente! Y aquí se puede empezar a entender que la lógica y la argumentación racional no son algo natural o innato, que venga de serie, y que ciertas personas creen que pueden dominar criticando lo que ven en la tele desde su sofá, sino algo que hay que aprender.

Por tanto, no es lo mismo exponer una idea que argumentar una idea. En el trato cotidiano, en la vida ordinaria, demasiadas veces se olvida esta importantísima diferencia y se cree que con el mero hecho de exponer o enunciar una opinión, dicha opinión está suficientemente sustentada. "Yo lo pienso así y punto, es mi opinión y ya está".


Expresar el contenido de una creencia, por ejemplo, no es lo mismo que argumentar por qué dicha creencia, afirmación o enunciado es verdadero. Y es precisamente ahí, en el momento en el que no solo se expone, sino que se comienza a argumentar, donde se juega todo, porque, aunque parezca sorprendente, saber argumentar no es algo innato, sino una sofisticada técnica que debe aprenderse.


APRENDER A DETECTAR FALACIAS


No solo es necesario aprender a argumentar bien, sino también a detectar los casos en los que, creyendo estar defendiendo correctamente una idea, se caen en errores garrafales que invalidan toda la posición.

Una falacia lógica es un error en una argumentación que, aparentemente, parece válida y apoya con solvencia la tesis defendida, pero que en realidad está mal construida y es fácilmente refutable. Es decir, una falacia es un argumento aparentemente correcto que muchas veces convence, pero que en realidad no lo es. En definitiva, las falacias son trampas lingüísticas en las que constantemente se cae sin advertirlo, pero que no son en absoluto inocuas.

El conocimiento de estas falacias y el hecho de que la mayoría de las personas no sepan detectarlas, ya que no se enseñan en los colegios ni en la mayoría de carreras universitarias, hace que estas trampas lingüísticas sean empleadas ampliamente en la publicidad, la política y cualquier otro ámbito en el que se intente convencer a alguien mediante razones falsas para obtener un beneficio.

Conocer los tipos de falacias y cómo detectarlas no es solo un pasatiempo erudito, sino algo en lo que se juega el bienestar, el dinero, la salud, las decisiones y las democracias. Una ciudadanía bien formada en el conocimiento de los usos del lenguaje es menos manipulable, menos sensible a la desinformación y más exigente respecto a las promesas electorales o los productos ofrecidos por el mercado.

Esto, por cierto, aclara las ideas para aquellos que se preguntan qué hace la filosofía, para qué sirve y por qué no debería eliminarse de los institutos y las universidades.



TIPOS DE FALACIAS


Los casi dos milenios y medio de estudios sobre la lógica y el lenguaje han permitido a los filósofos establecer la existencia de dos tipos fundamentales de falacias: las falacias lógicas o formales y las falacias informales.

Ambas inundan la forma de pensar, y lamentablemente, en pocas ocasiones se es capaz de detectarlas.



LAS FALACIAS FORMALES


Las falacias formales tienen que ver con la estructura lógica interna que sostiene los razonamientos. Es decir, con la fórmula abstracta que regula la relación entre las palabras que configuran la expresión lingüística de un juicio o pensamiento.

Para comprenderlo mejor, se pueden comparar con las fórmulas matemáticas. Una fórmula es la expresión de una estructura de relaciones correctas dentro de un ámbito determinado.

Por ejemplo, en la geometría euclidiana, una fórmula conocida es el teorema de Pitágoras. ¿Cuál es la virtud de esta fórmula? Su capacidad para decir que, sin importar el caso particular de un triángulo rectángulo, si se aplica la fórmula correctamente, se llegará a la respuesta buscada.

De la misma forma en que existen fórmulas matemáticas que articulan el razonamiento, la lógica también ha desarrollado fórmulas para determinar la corrección de los argumentos, es decir, para analizar si la relación entre los términos lingüísticos de un conjunto de afirmaciones es correcta o no.

El primer pensador en desarrollar una investigación sistemática sobre los modelos lógicos correctos de la argumentación fue el gran filósofo griego Aristóteles, en el siglo IV a.C. En su obra Organon, Aristóteles no solo estudió las fórmulas para construir argumentos correctos, sino también analizó el conjunto de falacias lógicas más comunes en la forma habitual de pensar.

Un ejemplo de falacia formal es la afirmación del consecuente:

Premisa 1: Si llueve, la calle está mojada.Premisa 2: La calle está mojada.Conclusión (inválida): Por lo tanto, está lloviendo.Problema: La calle podría estar mojada por otras razones (por ejemplo, alguien lavó la calle).

A pesar de que, al razonar, se tiende a esforzarse por hacerlo correctamente, no siempre se es consciente de errores formales como estos, básicamente porque jamás se ha estudiado lógica. La lógica, disciplina que debería enseñarse desde los seis años, tiene la tarea de identificar las formas en que se tiende a razonar incorrectamente.



FALACIAS INFORMALES


Las falacias informales, a diferencia de las formales, no tienen que ver con la estructura interna del argumento, sino con el contexto o el contenido. Es decir, tienen que ver con problemas de relevancia, ambigüedad, o premisas incorrectas o insuficientes. A continuación, algunos ejemplos.


FALACIAS INFORMALES

Si bien las falacias formales, relativas a la estructura interna de la argumentación, son muy comunes y peligrosas, las más empleadas y más inconscientemente cometidas en la vida cotidiana, en la política, la publicidad y en los intentos por defender ideas de forma sólida son las falacias informales. Estas no tienen que ver con la estructura formal, sino con el contexto o contenido del argumento, es decir, con problemas de relevancia, ambigüedad o premisas incorrectas o insuficientes. A continuación, se presentan algunos ejemplos.



CLASIFICACIÓN DE LAS FALACIAS

Dado el enorme número de falacias, los especialistas las han agrupado en categorías con rasgos comunes que las hacen más fácilmente identificables.




Falacias de relevancia

El primer grupo comprende las llamadas falacias de relevancia, las más numerosas y frecuentes. En estas, las premisas con las que se construye el argumento simplemente no son relevantes para la conclusión. Parecen relevantes, pero no sirven legítimamente para demostrar la conclusión.



1. Apelación al pueblo (ad populum)

Este tipo de falacia argumenta que algo es verdadero o bueno porque muchas personas lo creen o lo hacen.

Ejemplo: "Todo el mundo está comprando este producto, por lo tanto, debe ser el mejor del mercado.”

Este argumento es inválido, aunque sea usado masivamente en publicidad o política. Un argumento basado en falacias como esta no debe ser aceptado porque no es un verdadero argumento.



2. Apelación a la emoción (ad passiones)

Esta falacia consiste en usar emociones en lugar de razones para convencer.

Ejemplo: "Si no votas por este candidato, nuestros hijos no tendrán un futuro seguro.”

Apelando al miedo, este tipo de argumento anula la capacidad de razonar, priorizando una respuesta emocional en lugar de un análisis objetivo de la verdad de las afirmaciones.



3. Pista falsa (red herring)

Consiste en introducir un tema irrelevante para desviar la atención del tema principal.

Ejemplo: "¿Por qué deberíamos aumentar los impuestos para mejorar las escuelas? ¿Esta propuesta viene de un partido político en cuyas filas hay alguien que fue arrestado por conducir ebrio?"

El hecho de que alguien del partido haya cometido una ilegalidad es irrelevante para la medida en cuestión. Este tipo de desvío es una táctica común para evitar tratar el argumento original.



4. Hombre de paja

Esta falacia consiste en distorsionar el argumento de alguien para hacerlo más fácil de atacar.

Ejemplo: "Juan dice que deberíamos regular el uso de automóviles para reducir la contaminación. María responde diciendo que Juan quiere prohibir todos los automóviles, lo cual es ridículo.”

Aquí se manipula y exagera el argumento de Juan para hacerlo parecer irracional y, por tanto, más fácil de refutar.



5. Ataque ad hominem

Consiste en atacar personalmente al individuo que presenta un argumento en lugar de abordar el argumento en sí.

Ejemplo: "No deberíamos escuchar la opinión de Juan sobre política porque es un actor.”

Este es uno de los tipos más comunes de falacia, sobre todo en debates políticos, donde se ataca la credibilidad del oponente en lugar de sus ideas.



6. Apelación a la fuerza (ad baculum)

Usa la amenaza de la fuerza o la coerción para ganar aceptación de una conclusión.

Ejemplo: "Si no estás de acuerdo con mi propuesta, habrá graves consecuencias para tu carrera.”

Este tipo de falacia no aporta razones válidas, sino que busca intimidar al interlocutor.



FALACIAS DE PRESUNCIÓN Y AMBIGÜEDAD


Además de las falacias de relevancia, existen falacias que tienen que ver con presunciones incorrectas o ambigüedad en el uso del lenguaje.


1. Apelación a la ignorancia (ad ignorantiam)

Esta falacia se comete cuando se argumenta que algo es verdadero porque no ha sido demostrado como falso, o viceversa.

Ejemplo: "Nadie ha demostrado que los extraterrestres no existen, por lo tanto, deben existir."

La falta de pruebas de inexistencia no constituye una prueba de existencia.



2. Apelación a la autoridad inapropiada (ad verecundiam)

Se comete cuando se argumenta que algo es cierto simplemente porque una autoridad lo dice, sin aportar más evidencia.

Ejemplo: "Un famoso actor dice que este suplemento es el mejor para la salud, por lo tanto, debe ser cierto."

El hecho de que una figura pública lo diga no lo convierte en un argumento válido, ya que su autoridad no está relacionada con el tema.



3. Causa falsa (post hoc ergo propter hoc)

Esta falacia asume que, porque un evento sigue a otro, el primero causó el segundo.

Ejemplo: "Desde que Juan se unió al equipo, hemos tenido más problemas técnicos, por lo tanto, debe ser culpa de Juan.”



4. Generalización apresurada

Se comete cuando se saca una conclusión general a partir de una muestra insuficiente o no representativa.

Ejemplo: "Conocí a dos personas de esa ciudad y eran groseras, así que todos los habitantes de esa ciudad deben ser groseros.”




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