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Ritos funerarios del zoroastrismo

Explicación de los ritos funerarios del zoroastrismo y el peculiar uso ofrecido a las llamadas torres del silencio



El zoroastrismo no fue asimilado de forma independiente a los demás elementos espirituales de la cultura persa, sino que en su coexistencia adoptó influjos de la religión animista original. La muerte, el estado más impuro y detestable posible, implicaba para los zoroastrianos una contaminación. Por ello, cuando una persona fallecía su cuerpo no podía ser eliminado haciendo uso de los elementos. No podía ser incinerado -porque el proceso mancillaría el fuego y el aire-, pero tampoco enterrado o arrojado al mar, por las mismas razones. El carácter sagrado de los elementos naturales fue respetado con reverencia en el seno del zoroastrismo aqueménida.






Para evitar la contaminación, los zoroastrianos llevaban a cabo un conjunto de rituales que, incluso en nuestros días, resultan difíciles de encajar por su crudeza. Con el fin de proteger la pureza del mundo natural, el cuerpo debía ser colocado en una de las llamadas Torres del Silencio. En estas edificaciones de techo plano, dividido en anillos concéntricos, cada sección estaba destinada, respectivamente, a los niños, mujeres y hombres. Las torres, situadas generalmente a las afueras de las ciudades -en las cimas de colinas y montañas-, eran el lugar donde el cuerpo, desnudo, debía ser dejado a la intemperie para que fuera pasto de las aves. Pasado un año, los restos se depositaban en una fosa central y se cubrían con cal para iniciar su proceso de desintegración definitiva. Griegos, egipcios y babilónicos -que ofrecían un cuidadoso trato del cuerpo tras la muerte o solemnes rituales de incineración- consideraban brutal y despiadada esta costumbre.

“Ahura-Mazda dijo al santo Zaratustra. Yo he creado, ¡oh santo Zaratustra!, una creación de delicias; nada que se acercase a ella ha podido ser creado antes. (…) Yo he creado los primeros y los mejores de los lugares, yo que soy Ahura Mazda.

El Eryana-Vaeja de la buena creación. Al punto Agra-Mainyús, que está lleno de muerte, creó un antagonista: una gran serpiente y el invierno (…). Los meses de invierno son allí en número de diez, los meses de estío, dos. Y éstos son fríos en el agua, fríos en la tierra, fríos en los árboles. Es en medio de la tierra, es en el corazón de la tierra donde penetra el invierno, y es entonces cuando llega el colmo del mal.

Yo he creado el segundo y el mejor de los lugares, yo que sol Ahura-Mazda. Gau, la mansión de Sughdha. Entonces Aka Manyu, él que está lleno de muerte, suscitó un antagonista: una avispa que está llena de muerte para los rebaños y para los campos.

Yo creé el tercero y el mejor de los lugares, yo que soy Ahura-Mazda, Murú, el santo, el sagrado. Entonces Aka Manyu, él que está lleno de muerte, creó un antagonista: malos discursos.

Yo creé el cuarto y el mejor de los lugares, yo que soy Ahura-Mazda, Bakhdhi, la hermosa, con sus elevadas banderas. Entonces Aka Manyu, él que está lleno de muerte, creó un antagonista: animales feroces y carniceros.

Yo creé el quinto y el mejor de los lugares, yo que soy Ahura-Mazda, Nisa. Entonces Aka Manyu, él que está lleno de muerte, creó un antagonista: la duda.

Yo creé el sexto y el mejor de los lugares, yo que soy Ahura- Mazda, Haroyú, que es rica en casas. Entonces Aka Manyu, él que está lleno de muerte, creó un antagonista: la pereza y la pobreza.

(…) Yo creé el décimo y el mejor de los lugares, yo que soy Ahura-Mazda, Harakaiti, la hermosa ciudad. Pero Aka Manyu, él que está lleno de muerte, creó un antagonista: prácticas culpables y responsables, el enterrar los cadáveres.

Yo creé el decimotercero y el mejor de los lugares y de los sitios, yo que soy Ahura-Mazda, Chakhra, la fuerte. Pero Aka Manyu, él que está lleno de muerte, creó un antagonista: prácticas culpables y reprensibles: el quemar a los muertos. (…)


La presencia de las emanaciones intermedias ha llevado a algunos historiadores a considerar que el zoroastrismo no fue técnicamente un monoteísmo sino más bien una forma de henoteísmo. Una religión henoteísta es aquella en la que, si bien hay un dios principal, existe también un número variable dioses menores que se encargan del control de diversos aspectos de la realidad. Sin embargo, la inclusión de seres espirituales intermedios no parece una justificación suficiente para quitarle el rango de monoteísmo al zoroastrismo. La presencia de una variada jerarquía de ángeles y demonios en los relatos del judaísmo, cristianismo e islam, harían también de estas religiones, formas de henoteísmo. Además, como hemos señalado más arriba, durante la Alta Edad Media la explicación neoplatónica de la creación, basada en el sistema plotiniano de las emanaciones fue la interpretación canónica del cristianismo.


Volviendo a nuestro interés por la filosofía clásica, es imprescindible subrayar que muchas de las ideas propias de concepción persa del mundo espiritual se filtraron e influyeron directamente sobre el pensamiento occidental. Los griegos de Asia Menor tuvieron, desde la época arcaica un contacto continuo con el mundo persa-iranio, mientras que los filósofos, pintores, dramaturgos, poetas e historiadores del periodo clásico estuvieron vivamente interesados por el mundo persa. A lo largo de los siguientes epígrafes podremos comprobar, de primera mano, la relevancia de estos contactos.


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